Moño perfecto, ni una arruga en el uniforme, stilettos negros, medias transparentes y pañuelo al cuello. Parece el kit de azafata completo, pero le falta algo esencial, algo sin lo que una azafata no sería ya una azafata: una gran sonrisa. Pero no una gran sonrisa “al uso”, no; una sonrisa imperturbable. Aunque lo cierto, es que a veces surgen imprevistos capaces de borrar la más imperturbable de las sonrisas…
Aquella azafata de moño perfecto, ya con sonrisa puesta, sube al escenario donde se realiza el acto y justo en el último escalón, tuerce su sonrisa en un leve pero siempre elegante y sutil regaño. Siente que algo se mueve bajo su falda, algo resbala lentamente por su pierna izquierda…la chica es consciente de cómo su media izquierda se desliza muslo abajo.
Ante el horror, hace un esfuerzo por mantener la sonrisa, pero la media continúa su recorrido, implacable, sibilina, avisando de que pronto llegará a la rodilla, convirtiéndose en un cuerpo extraño, arrugado y “abuelil”, capaz de horrorizar a todos los invitados.
Nuestra azafata con moño y su sudor frío, en un intento de enmendar el entuerto, finge rascarse cuidadosamente la pierna para de un pellizco subirse la media. Intento fallido.
Mientras, el acto continúa y Azafata-moño realiza sus funciones con sonrisa forzada y un lento y extraño caminar con reminiscencias de pingüino. De repente, una noticia esperanzadora: cinco minutos de pausa, comienza la cuenta atrás y Azafata-moño tendrá que ingeniárselas para solucionar el problema. Sin dudar un segundo, se dirige al guardarropa donde una compañera le ofrece su ayuda sin lograr solución alguna. Entre nervios y prisas, quedan sólo dos minutos para que se reanude el acto y ya sin esperanzas, Azafata-moño ve que su compañera tiene en los tickets del guardarropa la salvación: están sujetos con elásticos…¡quién les iba a decir a aquellos dos elásticos que tras sujetar tickets, se convertirían en ligueros improvisados!
Llegados a este punto, y dado su carácter poco estético, omitiré la parte descriptiva de la siguiente escena, donde Azafata-moño se enfunda el “liguero” y su sonrisa luce más imperturbable y segura que nunca. Además, lo verdaderamente importante de esta terrorífica historia, es el ingenio, la audacia y por supuesto la ayuda de una compañera en el ropero.
Y así fue como nuestra protagonista Azafata-moño, en tan solo cinco minutos se convirtió en la auténtica azafata Mcgyver. FIN
Nota: desde ese día, azafata Mcgyver utiliza siempre medias tipo panty.